ORLANDO Y EL JUEGO VOL. 1. / Luis Durán

Durán es un guipuzcoano que se dedica a esto del cómic desde hace años. Desde su estreno con Perry Masón (ediciones El Pregonero) hasta la obra que nos atañe han pasado 18 años y 11 editoriales (pequeñas, grandes, y medianas) por lo que no se puede decir que sea un recién llegado.

Su obra es larga y brillante, y su camino valiente y fundamentado. No sé si esto le ha valido a Luis ser considerado un autor de éxito o de minorías... Si habláramos de otros medios como el cine o la música ¿por qué no? podríamos hablar de un Julio Medem, o de un Pascal Comelade: conocidos, comprometidos, audaces, y admirados. Pero en el mundo del cómic todo es pequeño y me da la sensación que la obra de este autor ha pasado de puntillas por nuestro panorama, sin hacer ruido ni molestar. De esta manera me manifiesto militante Duranista, gritando a los cuatro vientos que estamos ante uno de los autores más originales, intensos, brillantes, poéticos, y valientes de nuestro pequeño mundo, el del cómic coetáneo nacional.

Entiendo que Luis no es un autor fácil; su dibujo no lo es si lo entendemos ajustado a los cánones tradicionales, como tampoco lo eran los de Javier Olivares, Fermín Solís, o Santiago Sequeiros, aunque sean registros muy diferentes. Pero amigos, estamos en la era de la ilustrísima novela gráfica, y con todo lo que tenemos publicado a las espaldas yo creo que hay que atreverse a romper géneros, estilos, y moldes. Recomiendo afrontar cada lectura partiendo de cero, esperando sin prejuicios que nos produzca placer, porque sí, porque nos lo merecemos. Con esto no quiero más que significar que la obra de Durán es perfectamente accesible a todo tipo de público y además es especialmente agradecida para los que estén dispuestos a intercambiarla con cierta sensibilidad por lo poético.

Cuando parecía que Luis Durán ya había cabalgado por todos los géneros, ahora nos sorprende con una obra de ciencia ficción: Orlando tiene una misión encomendada por “El comité seis”, una especie de administración de las diferentes líneas temporales que colindan con la nuestra. Deberá hallar a Marcel, un ciudadano de este universo-fractal que se está saltando deliberadamente las reglas y leyes vigentes, interfiriendo constantemente con la única voluntad de mejorar el mundo buscando la belleza y la diversidad. El problema es que estas injerencias causarán sincronicidades que tendrán que ser subsanadas. Un punto de partida realmente prometedor que irá deliberando sobre lo que es real y lo que no, siendo nosotros mismo los que vemos lo que queremos y con los ojos que queremos, una evidente reflexión sobre el mito de la caverna transversalmente muy presente en este primer volumen.

En su penúltima obra, Una colmena en construcción (Norma, 2012), era fehaciente todo un juego simbólico para rememorar la infancia a partir de objetos físicos. No sé hasta qué punto es una constante pero a mí me parece latente en toda su obra de una manera u otra: la ensoñación, la imaginación, la evocación...

Según el propio autor, la serie constará de cuatro o cinco volúmenes, lo cual hace prever una obra de gran envergadura que dará que hablar. Un trabajo enorme que requerirá de una gran planificación y de una editorial detrás con una apuesta firme, como lo ha hecho Diábolo Ediciones (y más en los tiempos que corren) a la que hay que felicitar efusivamente, y que por si fuera poco también ha publicado la obra directamente en el mercado francés.

Apuntar que nos encontramos con un autor en plena madurez y con una absoluta libertad creativa, hecho que se refleja en sus dibujos, mucho más elaborados y con muchos más tramados (curioso sobre todo cuando muchos autores tienden con la edad a sintetizar el dibujo y el uso de sus recursos), que entroncan con un color del todo adecuado y perfectamente dosificado (recordemos que es tan solo su tercera obra a color). Otro hecho característico son sus sorprendentes composiciones de página, toda una marca de autor que dota que gran agilidad la lectura cuando le conviene.

Nada más, sólo añadir una percepción personal (que ya dije cuando reseñé para esta misma publicación Nuestro verdadero nombre - De Ponent, 2005): veo en Durán algo parecido a Pratt: me hace creer en lo increíble.

JAUME VILARRUBÍ

Cómic Tecla 41/Abril-septiembre 2014.

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Fuente original: http://www.l-h.cat/gdocs/d214195.pdf